Las calles impecablemente limpias, las casas blanqueadas en la perfección de un blanco que ciega cuando mezclado con una tarde de sol, las terrazas y las calles decoradas con flores, el viento que no sopla y el calor seco que se hace sentir antes del atardecer.
La ciudad tiene un aura mágica donde se mezclan las tradiciones a la mesa de una terraza. Es un pueblo en fiesta en que los habitantes enseñan con orgullo a los visitantes toda la belleza de estos días maravillosos.
Describir las fiestas no es tarea fácil. Yo diría un mundo de dedicación, de poesía… Son meses y meses de lucha, de trabajo con entusiasmo que toda la gente dedica a la preparación de esa maravillosa sorpresa, de ese admirable y fascinante jardín florido que surgirá como por encantamiento al amanecer de ese día tan esperado.
Todos los millares y millares de flores, todas las rosas, todos los claveles, todas las tulipas, todas las amapolas rojas fueron preparadas con amor, con cariño y grande espirito de empeño, de querer. Raro espectáculo de las calles “enramadas” son también las encantadoras y suaves melodías al ritmo vivo y alegre con panderetas y castañuelas que se cantan y se bailan.
Para los turistas todo es belleza y no se cansan de admirar tan bellas flores hechas en papel y al pasear por esas calles son invitados a entrar en los patios de las casas que se encuentran de puertas abiertas para proporcionarles algunos momentos de reposo.