La nariz está firmemente conectada a los pulmones. Tiene doble cavidad. La nariz es sensorial. Examina con exactitud cada aroma. Los aromas exóticos la enloquecen. La nariz devora rebanadas de sandía, pepinos, jícamas con limón y chile. Con cuchillo se preparan las papayas, mangos y los cocos que se exhiben en la vitrina del carrito ambulante de Emmanuel. Son frutas tropicales las favoritas por las mañanas. Con la nariz se percibe el sabor de higos chumbos. Hay narices de niños en la isla de Haití que sólo pueden mirar la fruta desde lejos a través del cristal de la vitrina. Son narices chatas de bolita las que sufren hambre. Hay narices dulcemente entrometidas en tumultos. Las narices angulosas, aguileñas, puntiagudas, o aquellas con encanto, no son en nada diferentes. Las narices son iguales. Las narices cosquillean. Las narices estornudan. Las narices sufren penas. Las narices saborean. Sin narices nos morimos.
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