sexta-feira, 24 de agosto de 2012

El Ramo Azul





  




EL RAMO AZUL
Octavio Paz, México, 1914-1998



Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regado, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el rostro y las piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo cerrado. Con voz ronca me preguntó:

-¿Onde va, señor?

-A dar una vuelta. Hace mucho calor.

-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.
Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres inmensos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella, no eran sino pausas y silabas, frases dispersas de aquel dialogo. ¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una silaba? ¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una cuerva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.
Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes después percibí el apagado rumor de unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuvo en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:
-No se mueva, señor, o se lo entierro.
Sin volver la cara pregunté:
-¿Qué quieres?
-Sus ojos, señor -contestó la voz suave, casi apenada.
-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.
-No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.
-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?
-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules. Y por aquí hay pocos que los tengan.
-Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.
-Ay, señor, no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.
-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.
-No se haga el remilgoso -me dijo con dureza. Dé la vuelta.
Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.
-Alúmbrese la cara.
Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. Él apartó mis parpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las puntas de sus pies y me contempló intensamente. La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante silencioso.
-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.
-Ah, qué mañoso es usted -respondió.
-A ver, encienda otra vez.
Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga me ordenó:
-Arrodíllese.
Me hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.
-Ábralos bien -me dijo.
Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.
-Pues no son azules, señor. Dispense.
Y desapareció. Me acomodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorporé. A tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, vi al dueño del mesón, sentado aún frente a la puerta. Entré sin decir palabra. Al día siguiente huí de aquel pueblo.



Sem comentários:

Enviar um comentário

Seguidores

Las utopías de ayer, son la realidad de hoy y el desengaño de mañana. F.Puigcarbó

Mensagens populares

No hay palabra de consuelo

cuando el amor se siente herido

mira hacia el cielo estrellado

porque cada día es un nuevo

amanecer.

RMC

tras la tormenta
el caracol se ahoga
dejalo trepar..
Iosu/Flor
Viajar, viajar siempre,
no ser de ningún sitio
ni de ningún lugar,
sin vínculos de ningún tipo y
evadirme así de todo.
Vivir dentro de un mundo
imaginario donde olvidarme de la difícil
y dura realidad.
Y volar, volar como un pájaro,
marchando muy lejos
más lejos de más allá,
hasta que agotado,
cuando las alas dijeran basta,
dejarme caer en un abismo profundo infinito.

La vida es...

La vida es el ahora,
No los ayeres perdidos,
Ni los ayeres muertos,
Menos aún, los mañana no nacidos..!!
Necesitamos ser amados,
Necesitamos paraísos,
Necesitamos a nuestros sueños soltarlos,
Y al amor.., darle permiso…!!
Hoy dejo este impulso registrado,
No quiero arrepentirme, ni olvidarlo;
Y de cierta timidez, uno tiene la certeza,
Que no triunfa, quien al menos no ha luchado..!!

Antonio Gagliarducci

(Lo copié de Susuru que me encantó!)

Para poder vivir



Abrí los ojos
una vez
completamente
y me quedé
espantada.
Crecí de golpe
y me sentí pequeña.

Sólo encontré
silencio, soledad, nada.


Y los cerré de nuevo
lentamente,
para olvidar,
para encontrar
de nuevo
la palabra, para soñar,
para poder vivir,

Alicia Trueba

Gracias Susuru!!

Gracias Susuru!!

Mensagem de Susuru

La inteligencia sin amor, te hace perverso
La justicia sin amor, te hace implacable
La diplomacia sin amor, te hace hipócrita
El éxito sin amor, te hace arrogante
La riqueza sin amor te hace avaro
La docilidad sin amor te hace servil
La pobreza sin amor, te hace orgulloso
La belleza sin amor, te hace ridículo
La autoridad sin amor, te hace tirano
El trabajo sin amor, te hace esclavo
La simplicidad sin amor, te quita valor
La oración sin amor, te hace introvertido
La ley sin amor, te esclaviza
La política sin amor, te hace egoísta
La fe sin amor, te deja fanático
La cruz sin amor se convierte en tortura
LA VIDA SIN AMOR NO TIENE SENTIDO

"A CASA" de Saramago

Noite de Tormentas

Noite de Tormentas