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Ilustración de Paola Aragón
cont.
Segunda Parte
La niña buscó por la cueva y encontró una gran cocina llena de toda clase de productos, y vio una estantería repleta de objetos raros: un bote de veneno de víbora, otro de escorpiones, otro de abejas; otro de setas, de frutas…Había botes de matarratas.
Y Flor recordó el cuento de la Mil y una Noches, que había leído varias veces, y tuvo la misma idea la princesita del cuento.
Se untó con veneno el vientre, los senos , la cara y las nalgas. Todos los lugares que el monstruo había besado o lamido antes. Y luego se acostó en la cama.
Al día siguiente regresó el ser monstruoso, se acercó a ella y acarició su cara, la besó y lamió; luego se arrodilló y comenzó a oler, besar y lamer todo su cuerpo. De pronto se levantó un poco mareado, y salió a la calle a respirar hasta el día siguiente.
Flor se untó de nuevo el cuerpo con el mismo veneno del día anterior y se acostó a esperar a ver qué sucedía.
Cuando llegó el monstruo parecía muy cansado, pues arrastraba los pies y caminaba con su cuerpo encorvado. Se arrodilló y comenzó a acariciarla y tocarla como siempre: lamía todo su cuerpo, acariciaba con sus zarpas sus genitales, mordía sus juveniles senos y besaba sus mejillas. De pronto se levantó y se puso en pie mareado, no se mantenía derecho, se tambaleaba, dio dos pasos atrás y cayó de espaldas. La niña corrió hasta la cocina, cogió un cuchillo grande y se lo clavó en el pecho. Cuando se quedó quieto, Flor le quitó la máscara y se asustó al verlo: era horrible, aquello no era un rostro sino una masa deforme con una llaga en lugar de boca.
En la frente llevaba grabado un nombre: Cáncer.
La niña se lavó muy bien para quitarse el veneno del cuerpo, pero su piel también había absorbido un poco y ella también se sentía débil. Comenzó a correr mucho y a dar saltos para entrar en calor y sudar. Y cada vez que sudaba, el veneno salía de sus poros, y Flor se metía en la ducha y lo eliminaba.
Poco a poco su cuerpo quedó limpio y fue recuperando su lozanía y belleza. Aún está convaleciente; pero está feliz porque siendo una persona tan frágil y tan débil, había vencido al monstruo.
DEDICADO A MI AMIGA FLOR
Y Flor recordó el cuento de la Mil y una Noches, que había leído varias veces, y tuvo la misma idea la princesita del cuento.
Se untó con veneno el vientre, los senos , la cara y las nalgas. Todos los lugares que el monstruo había besado o lamido antes. Y luego se acostó en la cama.
Al día siguiente regresó el ser monstruoso, se acercó a ella y acarició su cara, la besó y lamió; luego se arrodilló y comenzó a oler, besar y lamer todo su cuerpo. De pronto se levantó un poco mareado, y salió a la calle a respirar hasta el día siguiente.
Flor se untó de nuevo el cuerpo con el mismo veneno del día anterior y se acostó a esperar a ver qué sucedía.
Cuando llegó el monstruo parecía muy cansado, pues arrastraba los pies y caminaba con su cuerpo encorvado. Se arrodilló y comenzó a acariciarla y tocarla como siempre: lamía todo su cuerpo, acariciaba con sus zarpas sus genitales, mordía sus juveniles senos y besaba sus mejillas. De pronto se levantó y se puso en pie mareado, no se mantenía derecho, se tambaleaba, dio dos pasos atrás y cayó de espaldas. La niña corrió hasta la cocina, cogió un cuchillo grande y se lo clavó en el pecho. Cuando se quedó quieto, Flor le quitó la máscara y se asustó al verlo: era horrible, aquello no era un rostro sino una masa deforme con una llaga en lugar de boca.
En la frente llevaba grabado un nombre: Cáncer.
La niña se lavó muy bien para quitarse el veneno del cuerpo, pero su piel también había absorbido un poco y ella también se sentía débil. Comenzó a correr mucho y a dar saltos para entrar en calor y sudar. Y cada vez que sudaba, el veneno salía de sus poros, y Flor se metía en la ducha y lo eliminaba.
Poco a poco su cuerpo quedó limpio y fue recuperando su lozanía y belleza. Aún está convaleciente; pero está feliz porque siendo una persona tan frágil y tan débil, había vencido al monstruo.
DEDICADO A MI AMIGA FLOR
Juan Pan Garcia
Muchisimas gracias mi Amigo!
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