terça-feira, 15 de dezembro de 2009

Cuento de Navidad.

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Este lindo cuento de Navidad fué escrito por mi Amigo Juan Pan Gracia del blog http://ellugardejuan.blogspot.com/


Tenía poco más de diez años, y llevaba dos meses en el Centro de Acogida. Desde que llegó, tenía pesadillas y se despertaba aterrorizado cada noche; una tos persistente le sacudía dolorosamente sus pequeños y castigados bronquios. Tenía el pelo negro y rizado; su piel era oscura. Se llamaba Mohamed.

Sus padres se habían ahogado en el Estrecho, junto a otras treinta personas, al volcar la patera en la que viajaban. Fueron los guardias españoles los que rescataron al niño cuando, extenuado y a punto de perder el conocimiento, flotaba con su salvavidas de plástico en las frías aguas, no muy lejos del lugar del naufragio.

Ahora estaba acostado en un rincón de la sala y temblaba de frío bajo la única manta que le habían entregado. Se había despertado en el momento justo en que el monstruo marino iba a devorarle. Se sentó en la cama y miró hacia aquella extraña luz que iluminaba de vez en cuando la ventana. Observó que giraba continuamente, dando destellos alargados e intermitentes hacia el mar, indicándoles el camino a otros emigrantes que, como él, huían del hambre y de la miseria. Era la luz del faro de Tarifa, la misma que había guiado a la barca en la que él venía con sus padres.

Un poco antes de acostarse le habían dado un trozo de turrón y una taza de chocolate. Le habían explicado que era Nochebuena y que hacía ya muchos años, en una noche fría como aquella, otro niño nació en Belén, en un pesebre. También le dijeron que una luz alargada y brillante, como la del faro, apareció en el cielo y dirigió los pasos de unos reyes magos desde el lejano Oriente hasta la cuna del niño, donde pudieron adorarle porque, según habían visto en sus libros de magia, ese niño era Dios. Le habían dicho en el albergue que si le pedía un deseo al niño, que se llamaba Jesús, seguramente se lo concedería ¡sí, sí, seguro!, aunque él no fuese cristiano.

Y Mohamed estaba pensando en qué era lo que le podía pedir ¡tenía tantas cosas en la cabeza! Lo que más deseaba era que volviesen sus padres, pero sabía que ese deseo sería muy difícil de conseguir, aun para aquel niño Jesús. Le habían dicho que La Junta de Andalucía se ocuparía de él, que le buscarían unos nuevos padres y un hogar confortable; pero Mohamed sabía que no sería lo mismo. Él no se imaginaba a una madre que no fuese la suya, con la misma cara, el mismo cariño, los mismos gestos, la misma voz... Antes del viaje sus padres hablaban entre ellos de las dificultades a las que, sin duda alguna, tendrían que enfrentarse: los abusos de avarientos patronos, quienes les obligarían a trabajar desde el amanecer hasta la puesta del sol por muy poco sueldo. El odio de los trabajadores locales hacia los inmigrantes, porque éstos les quitaban el trabajo que antes hacían ellos.

También esperaban sufrir la marginación social, por ser personas de diferentes razas y costumbres. Decían sus padres que sería difícil encontrar una escuela para él en España, porque muchos padres creen que es una ofensa para ellos el hecho de que sus hijos estudien junto a los negros o los moros. Incluso hubo un lugar en el que los padres se negaron a llevar a sus hijos al colegio hasta que no se fueran los niños inmigrantes. Todo esto se lo había oído decir a sus padres unos días antes del viaje, mientras él estaba viendo la televisión. Sin duda, pensaron que él no escuchaba o no entendía lo que decían. Y recordando esto, Mohamed se asustó al pensar en la vida que le esperaba fuera de aquella casa, sin sus padres, sin ningún amigo con quien jugar y marginado en la escuela...

En el Centro de Acogida trataban de tranquilizarlo, diciéndole que el Gobierno había aprobado leyes para proteger a los niños de los malos tratos; pero Mohamed pensó que debía de haber mucho odio fuera del albergue para que alguien necesitara hacer leyes que obligasen a las personas a respetar a los niños.

No sabía qué pedirle a ese tal Jesús, ni se podía creer que tuviera tanto poder para realizar los deseos de tanta gente. Finalmente, le pidió al niño Dios, por probar, que los jefes del albergue le regalasen un perrito que veía desde su ventana deambulando por la calle. Estaba seguro de que tampoco tenía a nadie que lo quisiera. Pero tenía muchas dudas de que esto sucediera.De pronto vio pasar a mucha gente por la calle, cantando y tocando panderetas. Y algunas personas llevaban a niños en brazos o cogidos de la mano. Mohamed se sintió muy solo y se acostó de nuevo. Y antes de dormirse, mientras millones de niños celebraban la Navidad fuera de aquella casa, Mohamed pensaba en sus padres, y se preguntaba si no hubiese sido mejor que él se hubiera ahogado junto a ellos.

Tardó mucho en dormirse, pero al final lo consiguió. Soñó que caminaba rodeado de cabras por un campo cubierto de hierba fresca y de juncos a la orilla de un riachuelo. Un poco apartada de ellos vio a su madre junto al río, lavando la ropa de la familia.Lo despertó un extraño ruido, algo así como si alguien estuviera arañando la puerta, y el niño se asustó un poco, pero la curiosidad pudo más que él y se levantó para ver qué sucedía. Apenas había girado la llave, cuando la puerta se abrió de golpe y un perrito se abalanzó sobre él, y dando saltos trataba de lamerle la cara. Luego encontró una de sus zapatillas y con ella en la boca saltó sobre la cama y se quedó tumbado, mordisqueándola.
¡Mohamed no se podía creer lo que estaba viendo! ¡Era el mismo perro que había visto unas horas antes por la ventana! ¿Cómo había llegado hasta su habitación? ¿Quién sabía que él quería tener aquél perro?Mohamed se sentó a su lado y comenzó a acariciarlo y a jugar con él.

Entonces se acordó de lo que le habían dicho durante la cena y llegó a la conclusión de que ese niño Jesús de la Nochebuena tenía unos poderes muy güais.


FIN


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