Soledad Fernández
Siempre me gustarón los abanicos rojos. Una vez fuí a Ayamonte y me compré uno. Después de tanto usarlo su vida duró muy poco. Ayer entré en un shopping y al pasar por una vitrina la primera cosa que mis ojos mirarón con admiración fué a: Un abanico rojo! Lo regalé a mi misma! Les doy a conocer una história que habla sobre un abanico, fijense de que color ?ROJO! Pero no és el mío...
LA MUJER DEL ABANICO
Tarde calurosa, en aquel andrajoso lugar, donde muchos hombres del pueblo subían para recibir los servicios de la dama de la casa, si estoy hablando de la única medico del pueblo.
Aquel pueblo, no tenia mas de dos mil habitantes, pero desde hace un tiempo esa cifra estaba bajando a un ritmo desorbitado.
Las mujeres del pueblo se santiguaron, pedían ayuda a dios.
Un grito, hizo que todas las mujeres de la iglesia se dieran la vuelta, una de las vecinas del pueblo estaba en el suelo desangrándose, con un gran corte en el cuello, y a sus pies se encontraba, la única medico del pueblo con un abanico en las manos, dándose aire, mientras miles de gotas de sangre salpicaban a todo el mundo.
¡ Que bonito abanico rojo ! Murmureo una de las vecinas, y también cayó al suelo desplomada.
Mientras tanto las demás mujeres rezaban y no miraban hacia atrás.
¡El demonio! dijo otra, y la cabeza rodó por los suelos.
Si bien dije antes, todos los hombres del pueblo iban a por sus servicios, pues estos le mandaban recados de asesinar a sus mujeres, por el mero echo de que ellos decían que ya eran gordas, feas, viejas, y marujas.
Pronto no quedaban mujeres en el pueblo, solo hombres por donde miraras, pues un lugar solo regido por hombres miedo me da.
Lo que nadie sabe de la medico del pueblo, es que ni es medico, ni es mujer, ni es nada, solo era el deseo de unos hombres, hartos de que sus mujeres les mandaran a trabajar.
Soñando con una mujer, que hiciera escarmentar a sus mujeres, y valla forma.
Fuera de ilusiones ya todos los hombres del pueblo se encontraban juntos en el bar, cuando una dulce voz hacen que se giren, delante de sus ojos estaba una mujer esbelta, abanicándose.Todos los hombres sonrieron.
Tarde calurosa, en aquel andrajoso lugar, donde muchos hombres del pueblo subían para recibir los servicios de la dama de la casa, si estoy hablando de la única medico del pueblo.
Aquel pueblo, no tenia mas de dos mil habitantes, pero desde hace un tiempo esa cifra estaba bajando a un ritmo desorbitado.
Las mujeres del pueblo se santiguaron, pedían ayuda a dios.
Un grito, hizo que todas las mujeres de la iglesia se dieran la vuelta, una de las vecinas del pueblo estaba en el suelo desangrándose, con un gran corte en el cuello, y a sus pies se encontraba, la única medico del pueblo con un abanico en las manos, dándose aire, mientras miles de gotas de sangre salpicaban a todo el mundo.
¡ Que bonito abanico rojo ! Murmureo una de las vecinas, y también cayó al suelo desplomada.
Mientras tanto las demás mujeres rezaban y no miraban hacia atrás.
¡El demonio! dijo otra, y la cabeza rodó por los suelos.
Si bien dije antes, todos los hombres del pueblo iban a por sus servicios, pues estos le mandaban recados de asesinar a sus mujeres, por el mero echo de que ellos decían que ya eran gordas, feas, viejas, y marujas.
Pronto no quedaban mujeres en el pueblo, solo hombres por donde miraras, pues un lugar solo regido por hombres miedo me da.
Lo que nadie sabe de la medico del pueblo, es que ni es medico, ni es mujer, ni es nada, solo era el deseo de unos hombres, hartos de que sus mujeres les mandaran a trabajar.
Soñando con una mujer, que hiciera escarmentar a sus mujeres, y valla forma.
Fuera de ilusiones ya todos los hombres del pueblo se encontraban juntos en el bar, cuando una dulce voz hacen que se giren, delante de sus ojos estaba una mujer esbelta, abanicándose.Todos los hombres sonrieron.
(Anonimo)
Que se puede sacar de esta história? Bueno una mujer nunca puede olvidarse de su condición de esposa, madre, mujer... Siempre, pero siempre nunca debe olvidarse que tiene que cuidarse para su esposo y para si misma. Mirense al espejo... y siempre en cualquier ocasión usen su abanico rojo. Ese és el secreto!
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ResponderEliminarQué bien querida Flor que la casualidad hizo que encontraras en nombre de la autora de tan hermosa pintura, siempre es bueno saber quién pintó cada obra de arte.
ResponderEliminarTu historia interesante y cierta, hemos de cuidar nuestro espíritu y nuestros cuerpo. Sobre todo para querernos nosotras mismas, lo demás viene solo.
Un abrazo.
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